martes, 9 de diciembre de 2008

Fuera del MUAC las niñas juegan.

Aquí en el recuerdo, donde se revierten la peores situaciones a anécdotas de lo más ligeras, me pongo en tela de juicio a mí misma: ¿En qué fallé? Porque, por supuesto, también en algo tropecé. Sí.
Berrinches, quizás; demasiadas peticiones, quizás. ¿Cómo es que temía tanto a no ser suficiente para mí? ¡Bah! No quiero hablar más de esto.
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¿Quién quiere un chocolate? ¿Quién quiere pan de caja?
Tampoco quiero hablar de esto.

¿Quién es la niña de la fotografía?


La niña de la fotografía es mi tortuguita. Me la encontré un día en el mar y se vino conmigo, como si fuera para siempre, como si fuera más que nunca. Pareciera que con ella he aprendido técnicas importantes, como la de la paciencia y la de pensar que ella no merece desplantes injustificados. Sí. Con ella he controlado mis iras y loqueras; con ella me voy corrigiendo poco a poco.
Con otra persona no lo logré, pero sé que con ella sí puedo. ¿Por qué? Porque trato de hacer las cosas en nuestro beneficio.
Cuando antaño, todo se rompió, a quien dejé empezó a cambiar sus manías por la ausente, por mí...demasiado tarde.
Cuando antaño, todo se rompió, la que se fue empezó a pensar con la cabeza fría, antes de herir injustificadamente, cuestión de tacto...a tiempo, considero yo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo más sencillo es siempre ubicar el norte. Es un punto fijo que no cambia como la derecha y la izquierda, siempre relativas.

(Debe ser que nunca he visto en mí la idea de inmutabilidad, ni de punto fijo)