martes, 23 de noviembre de 2021

No sufran.



No me gusta que mis amigas sufran. No me gusta que quien quiero tenga dolor del alma. ¿Qué hacer para evitarlo? Nada. Quisiera poder abrir una caja mágica y arreglarlo todo de un cerrón, cerrón tostón. Quisiera poder tener la gracia de calmar sus penas con tal sólo oírlas. Una amiga muy sincera sufre hoy por haber terminado su relación de doce años. Otra amiga muy breve sufre por las mismas dolencias que yo misma: La pérdida de la madre y se hija única. Qué refriega que nos toca. A ambas las entiendo, a ambas las quiero, en la misma cantidad y medida, así como también he padecido su dolor, ajeno y propio. Es tristísimo sabernos solas, cuando no debiéramos. Es terrible saber que alguien siente lo mismo que tú has sentido. ¿Qué es de nosotras, las dolientes, una vez que ha pasado? Las siguientes. No me gusta que mis amigas sufran, ni mi amiga bella y candorosa, ni mi amiga madre tan lejana, tampoco mi amiga soltera, ni la casada, ni la juntada. No, ninguna, porque ninguna de ellas merece el llanto y el desasosiego, ninguna de ellas merece padecer. Todas ellas, tan bellas, tan generosas y tremendas. Todas ellas decorosas, despeinadas, vellosas y tiernas. Todas nosotras, que fuimos niñas, que crecimos entre mofles y ruinas, que alcanzamos a comprender el mundo en medio de todo barullo. Todas nosotras, tan grandes y fuertotas, y que ahora sufrimos. No nos gusta sentir pena, pero menos ellas, ellas que me lo han dado todo y yo, que tan poco les puedo dar. Las amo.



No hay comentarios: