jueves, 27 de agosto de 2020

De los tiempos pandémicos.

Tiene tiempo que no escribo una entrada por acá, ¿por qué? No sé, quizá por falta de soledad, quizá por exceso de trabajo, quizá por tantas cosas, quizá. Tengo muchos meses sin escribir, dejé de sentirme especial, dejé de querer compartir mi pensar, mi pesar, mi penar, y me centré en el trabajo, en el estudio, en las cosas por hacer. Sin querer me llené de actividades de un día para otro, sin querer y conociéndome. Desconociéndome. 
¿Qué sería de él sin mí? 
¿Qué sería de mí sin él? 
Estos días me he centrado, concentrado, de forma concéntrica en lazos, en redes, en páginas, en mujeres, todas ellas feministas, y no pude tomar descanso del todo , porque surgía una y otra cosa, porque de lo que me quise encargar, una labor insignificante, pero que ha resultado fructífera. Me censuré. 
Escribo hoy y aquí con más ganas que ideas, mirando a mi gata Asuka, sabiendo que hoy viene mi Amor, porque sí, de nuevo, se irá por días y me dejará a cargo del hogar entre semana. Sin embargo ahora pesa más que hace un año, justo porque ya nos habíamos adaptado el uno al otro, justo porque él tenía su papel y yo el mío, porque ahora tengo trabajo en casa y no tengo mucho tiempo de hacerme cargo de todo, ni del desayuno, que él siempre prepara. Hoy, por ejemplo, terminé almorzando a las 12 del día, entre tirar la basura, entre la charla con la vecina, limpiar lo de las gatas, las otras labores de la internet. Lo bueno fue que dejé mi yogurt de guayaba listo desde ayer y que no pasé hambres por la mañana, o casi no. 
Escribo porque este día es día de escribir, porque se me cancelaron las actividades laborales. En verdad, que ayer tenía una idea muy buena, pero tuve mucha faena y ahora, nada. 
Acabo de recordar a un amigo de mi Amor diciéndole, recriminándole que lo he cambiado, que ahora toma pulque conmigo; y me quedo pensando en lo terrible que es que la pareja cambie por uno, que lo verdaderamente terrible es cuando se cambia por el otro para mal, para enconcharse, para guardarse en su casa, para trabajar y sólo dar el gasto, para dejar de mostrar las rodillas, para dejarse de maquillar, para aislarse de los suyos. Es terrible, triste y peligroso, sobretodo lo último. Dejar de ser por el otro, ser un bulto gris al lado de la puerta, en la esquina de los trebejos, en el umbral de la alcoba, ser un nada porque el otro quiere, porque le conviene, por sus celos, por su explotación, por su ansia de control y su inseguridad e inmadurez. Ser la nada y dejar la humanidad tirada como un trapo viejo. Eso sí que es terrible y peligroso…No beber un litro de pulque. Sólo me vino a la cabeza eso antes de sentarme a escribir. 
Será también que ya no he escrito porque la gente no lee, o porque la gente dice que no lee, cuando en realidad sí lo hace. 
¿Por qué perpetuar esa idea? ¿Por qué seguir repitiendo lo que se ha dicho y hecho desde los 90s? 
La gente sí lee. 
¿Por qué vender un taller literario con la mera imagen? ¿No habría, acaso, que dotar de palabras antes que de imágenes para el quehacer literario? Ya me perdí. Entiendo que la imagen lo dice todo, pero no entiendo el afán de todo constreñirlo a una sola pintura, a una foto, a la idea que te la la foto, sin saber el fondo, sin mostrar el contenido porque, ¿no acaso el contenido en lo literario lo es todo? Y sí, la forma, pero en la forma está el estilo…¡Y no la foto del autor!! 
Me cansa la perpetuación de las superficialidades heredadas del final del siglo XX, me cansa que las repliquen, que no las cuestionen, que simplemente digan que así es, porque los medios digitales, porque las tecnologías y el mercado así lo han colocado. No. No es lo mejor. Sí, mucho poner en tela de juicio el patriarcado, el machismo, pero no poner en la mira la superficialidad que nos ha llevado a los lugares más oscuros y peligrosos, ya no sólo en nuestras psiques, sino en las calles, a manos de los carentes de escrúpulos que así crecieron, así fueron educados, justo con esa idea de la imagen por sobre el contenido. 

No. Me niego a tener una vida de sólo imágenes. Me niego a que e muestre sólo una foto, un retrato, una imagen ya distorsionada de mí y de mis actuares. Hay, que no habrá, hay que cambiar ese círculo vicioso, romperlo, constreñirlo, hacerlo trozos y levantar la cabeza, las ideas. Que éstas lo sean todo y no sólo un pedazo de bits con colores y unas cuantas palabras. Supongo que esto último es lo que en verdad quería escribir desde el principio; y no salía nada, porque las reflexiones siempre vienen a mí tras darle varias vueltas a todas las ideas sobresalientes y triviales que le rodean. 
Ojalá que alguien lea esto. Ojalá haya mentes pensantes verdaderamente.

riqueza gastronómica


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