jueves, 23 de abril de 2020

El encumbrado encierro.

Desde el encumbrado encierro, la superioridad moral, mi posición por sobre todos aquellos que no quieren entender cuán importante es acatar las normas dictadas por la autoridad, no someto a discusión nada y dejo que ella haga de mí lo que le plazca, porque es por nuestro bien, porque el toque de queda está bien, porque la vida y el libre tránsito es un error cuando nuestra vida peligra.
Ellos, ellos son los que están mal; yo estoy muy bien. Yo obedezco, yo no salgo, yo me mantengo lejos de todos (distanciamiento social, le llaman), permanezco en silencio, pero vomito en redes sociales mis malestares y cómo es que repruebo el actuar de la gente, aquella gente que sale inconscientemente, no me importa que sea para trabajar, no me importa que hayan salido por insumos, no, ellos deben verse asustados y tensos, tal como yo estoy cuando permanezco en casa; tal como yo estoy cuando salgo (ya qué) a la calle a hacer algo impostergable, algo sumamente necesario.
Sí, todos deben salir con horror de la calle, con terror de la gente, con estrés, angustia, pena, ansiedad por todo, con asco. 
¿Por qué la gente no lo hace? ¿Por qué la gente cuando sale va por la vida de forma pausada y hasta sonríe?
Seguro hasta tienen sexo, seguro no se lavan las manos cada media hora, como dicta la autoridad, seguro no riegan sus ropas con alcohol al llegar y se meten a bañar de inmediato mientras prenden la lavadora para lavar la muda del día. ¡Seguro hasta saludan a sus familiares al llegar a casa, y cocinan con ellos, y comen con ellos en vez de pedir comida de algún local!
Yo no entiendo a la gente…
Desde el encumbrado encierro, con mi oficina en casa, o mis clases en linea, o con el dinero ahorrado, repruebo tajantemente el actuar de los otros mortales, así, sin importarme su contexto, sin voltear a ver cualquier problemática que no sea la mía. Todos deberíamos permanecer asépticos, envueltos en batas, mascarillas y lentes, todo desechable, todo listo para que el señor anónimo de la basura se lo lleve, sin que me importe nada, porque ya no será mi problema, porque, aunque mi producción de basura sea mucho mayor, no me importa, el fin justifica los medios.
Miro con escándalo la forma de caminar, de actuar, de ser de los que andan en la calle; lo miro porque no hacen como yo, porque ellos serán los culpables de que yo y sólo yo enferme. No están pensando en mi esfuerzo; no están pensando en mi sensatez…¡Son unos puercos!

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Desde el personal encierro detesto a todos aquellos que viven en la queja, el terror y la ansiedad, que no reprueban las acciones inconscientes porque atenten en contra de la comunidad, sino porque atentan en contra de su máximo esfuerzo de aislamiento. Y no es que los mire con bien, no es que no tenga algo de muina al ver cómo algunos faltos de razón se saltan las normas y se entregan a las aglomeraciones y a la suciedad.
La forma más sana de llevar la cuarentena es guardando el ánimo y construyendo imaginaciones del futuro, no señalando con el dedo, de la manera más fácil y trivial, a todo aquél que se le considere malo e irresponsable.



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