martes, 12 de febrero de 2019

Mundo pequeño, mundo extendido.

Mundo pequeño:
La casa, la convivencia en pareja, las gatas, la limpieza, el amor, los alimentos, la comida, la audición, los cariños, el orden, la puntualidad, la dilatación.

Mundo extendido:
La escuela, el trabajo, los días, los planes, los proyectos, las semanas, el tiempo, los pendientes, la contingencia, la gente, la familia, los amigos, las charlas, esos tiempos.
Los tiempos que ya no hay, que dejaron de ser, por mí, por todos, por esta distancia que puse de por medio, ¿por qué no ponerla? ¿Qué ganaba con estar allá con ellos? ¿Qué gano con estar acá sin ellos?
En mi todo, en mi todo que comparto con otro, con otro y con nadie más, porque, aunque quiera compartir con alguna persona más, me es difícil abrirme, ser, decir quién soy y cómo soy; poder entablar una plática sincera, sin otro interés que el ser.
Me es difícil acá.
Me fue difícil allá.
Pero en el año último de estancia en la gran ciudad pude ver a muchos a los ojos y no decirles nada, y decirles todo, todo con sólo una cita casual con cada uno. Todo.
¿Qué hago al respecto con ese maravilloso material?
Nada, nada aún.
Los pendientes por hacer me comen, me carcomen el alma. El duende que me muerde en el corazón se llama "Cosasporhacer"

Quisiera compartir este mundo pequeño al mundo extendido sin el agobio de las cosas mínimas a cumplir. Quisiera un par de días con la suciedad y mi mente.

Y pensar que muchas estamos así. ¿Es un mal de la edad?


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