viernes, 27 de julio de 2018

La incomodidad

¿Que por qué estoy así? No lo sé. Son los nervios, los nervios adquiridos, la locura en el ambiente, la neurosis. ¡Quién puede saberlo mejor, sino yo! La semana pasada fue realmente pesada, inesperada, de negociaciones forzadas y estúpidas, quizá fue un viaje casi en vano, o, mejor dicho, ese objetivo, ese cansancio en específico sí que lo fue.
No puedes ayudar a alguien si éste no quiere ser ayudado. Ah, pero, ahí fui. Lo hice porque quedé alarmada al escuchar tanta incoherencia y al ver que, aparentemente, nadie lo notaba. Después resultó que sí. 
Esa semana me desgastó, desgastó mis nervios, acabó con mis fuerzas, mi tiempo, mi paciencia y ahora no hay más que desesperación y ahogo, ahogo entre tanta lluvia, entre la promesa rota de la colada, las sábanas aún húmedas, la ropa medio seca.
¿Qué me deparará el destino?
Resulta que la persona a la que ayudamos ha echado en saco roto lo dicho, lo hecho, una y otra vez; resulta que quiere que las cosas se resuelvan tal y como ella piensa, sin modificaciones. (Los planes se mueven, eso me resulta familiar). ¿Qué fue lo que me cansó de toda esa experiencia?
Pareciera que esa persona es la única en sufrir, la única en sentirse mal, la única en sentir la desesperación asfixiante, la única cuyo humor le hace cometer actos de los que se arrepiente al momento posterior inmediato. No. Ella no es la única. También yo he estado en ese humor, en ese estado maldito de la mente. Justamente en estos momentos me encuentro en algo similar. ¿Qué hacer? Aislarme, callar, escribir, porque caminar con esta lluvia que arruinó mi colada no se puede, concentrarme en la labor intelectual que lleva ya en mi varios años y que parece que finalizaré en tiempos no remotos (parece). 
Eso me agotó, eso mermó mis fuerzas físicas y psíquicas, aunado a la dificultad de poder auxiliar a alguien sí querido, y guitarrista, que estaba en trance similar o más agudo.

Por favor, querida gente, si se van a meter a lo trascendental, háganlo con plena consciencia, con paciencia y con estudio. Si se van a meter chochos locos de psiquiatra, no se los quiten de golpe, no se provoquen desequilibrios químicos en su cabeza. Si van a ser personas sufrientes por vocación, séanlo, así, plenamente, pero séanlo en alguna expresión creativa.
Sí, el estado maldito de la mente puede bajar sus decibeles con Arte, con lectura, con creación.
¿Qué sería de mí sin EL ARTEEEE?
Quizá una sufridora sin convicción, trastornada, con un sufrimiento perdido, sin destino ni final, sin cause, porque sí, el sufrir siempre está allí, aquí, en mi corazón, pero está en mí hacer algo de él, transformarlo en algo más, en algo bello, sobretodo. Está en mí y sólo en mí la fuerza creadora; la creación que no viene de la nada, sino de mis tormentos, lamentos y aventuras.
Tras esa semana supe mi manera de serenarme, de llegar de nuevo a mi centro, pero ¡oh! Ahora justo es tan difícil…



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