jueves, 12 de abril de 2018

El dedo chiquito

Cuando desperté esta mañana supe que tendría un día malo, que mi nariz sufriría los estragos de las repentinas y bajas temperaturas, que los recuerdos feos me atormentarían todo el día. Lo han logrado. Este día no me llena de gozo, ni de placeres, no así hace un año. ¿Por qué un año? Quisiera no recordar nada de hace un año, nada, porque duele, da coraje, me llena de algo inexplicable. Esa llamita siempre viva de felicidad que alguien intentó apagar sin que yo lo mereciera, sin preguntar, asumiendo las cosas. Las dio por ciertas.
Quisiera no recordar y no sentir aún la necesidad de sus encuentros. Quisiera clausurar todo aquello y quizás así ser feliz completamente de nuevo, y no.
No merezco este estado, no merezco el desgano, como tampoco merezco el frío en casa y el tener que usar sostén para no asustar a la gente con mis senos sin protección.
Eso mismo.
Crecí con cierta libertad, sí, crecí demasiado mimada quizás, pero eso me ganó la libertad de jamás haber sido juzgada sexualmente, o por mis gustos, por mi cuerpo: por la forma, el sabor, los prodigios.
Pasaron años con una pareja y nos dejamos por problemas de codependencia, sí, le mentí, sí, engañé, sí, hice mal, pero ella me tenía en un rincón, aterrada, sometida a sus cambios de humor. Pasaron años con otra pareja, nos dejamos porque nos íbamos a dejar en algún momento, porque el tiempo corría pero la vida con ella no iba hacia ese cauce, permanecía. Sí, tuve algunos errores, creo que ella también. Las dos nos aceptamos. 
Han pasado años con esta pareja, sigo con él, seguimos a pesar de los problemas, los sinsabores, las desilusiones. Hemos permanecido juntos justo por la libertad de nuestros cuerpos, nadie nos la otorga, la ejercemos. Lo adoro porque adora mi libertad y la manera en la que la he podido vivir con él.
Pero.
Pasó aquello, lo que me tiene aún con congoja, lo que me partió el alma y me llenó de confusión, ¿por qué? 
Nadie, nadie, nadie, ni la terrorífica aquella siquiera, puso en tela de juicio mi sexualidad y menos sabiendo de antemano la situación y las reglas del juego. No. Eso sí que fue jugar rudo, pegar justo donde nadie, nadie había pegado, el dedo chiquito, le digo. 
¿Qué hago? ¿Le digo, le grito, le reclamo, lo mando golpear? No. No hago nada. Sé la razón y sigo, pero no sigo porque estoy aquí, escribiendo de lo mismo, vomitando en un blog que sé que pocos leen y que poca importancia tiene para la gran mayoría.
Esa duda suya no tiene perdón.




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