domingo, 10 de septiembre de 2017

Una loquilla

Hoja en blanco.
Pensamientos acostumbrados.
Ruido. Silencio. Comodidad. Angustia.
Yo no sé qué son los celos, los conozco. Son la puerta del tormento del inseguro, la alarma imaginaria, la pesadilla y el reproche a media noche. ¿Decía que no sabía qué eran los celos?
Recuerdo esa vez de sueño, el llanto y el castigo por algo no cometido.
Pero hay una diferencia grande entre la opresión en el pecho de los celos y el drama a gran escala. 
¡Qué voy a saber de ello! Si todo eso quedó en el pasado remoto, muy remoto. ¡Qué voy a saber, si no lo recuerdo!
Yo no, pero sí mi cuerpo. No tiene la culpa la música, sino el evento. El acondicionamiento…
Y si he despegado es porque he querido, no importando nada, más que mi propia vida y mis placeres. Si temo, debo aguantar y seguir adelante, no hay manera de detenerse. Si caigo y me lastimo, no habrá sido la primera vez, la primera vergüenza o el primer desazón.
Y ya estoy volando y se siente bien, pero ahora temo el azotón, la dureza del suelo, que la inseguridad me carcoma. No hay mucho seguro, a veces nada, pero sigo volando.
Sólo espero ser suficiente.
(Sí, a veces me dedico a no ser clara.)


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