martes, 27 de septiembre de 2011

Otoño y los planes truncados.


De esos pleitos que no conciernen, de esas historias que cansan, de mujeres que creen en lo que está más allá de lo evidente. Las buenas ganas y las malas también. Los regalos de la nueva estación en mi cuerpo que no quiere mejorarse o mi mente que se aferra a ese sentirse no tan bien y las penas de los ojos inventados y las lenguas hechas polvo por los kilométricos recorridos bajo el sol que promete quemar inmisericordemente las más sensibles pieles.
Venir a refrescarme en los suelos fríos, los ardientes pies enbotados y prestos para las lluvias inexistentes; tomar las aguas algo tibias y las comidas recalentadas; sobar y ser infeliz y tener ganas eternas de dormir sin parar, para que, tras varias horas, las espaldas revienten de estar en una misma posición.
Deseo. Duermo. Descanso.
Este Otoño que comienza para muchos del norte y que allá en el sur, primavera es.


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