jueves, 21 de julio de 2011

La diferencia.



Si ustedes vinieran a decirme que estoy muy mal, seguramente les creería. Si ustedes me tomaran de la mano y me llevaran consigo, lejos, seguramente no escaparía. Si ustedes me dijeran las palabras más horrendas de esta lengua y fueran para mi persona, seguramente las atesoraría.
Los cuatro colores que vi en el cielo no fueron suficiente consuelo para dejar de decir la verdad y la oscuridad tapó las bocas y las llenó de las palabras más inverosímiles nunca antes pensadas en otros días, pero estos días pasaron y la verosimilitud nos alcanzó, me abracé a ella y dejé que me llevara de los pelos hasta arrastrarme a donde jamás había estado.
Nunca y para siempre y los días que no se fueron tranquilos de mis dedos. La lejanía fue sana, mientras duró; los deseos irrefrenables y los ojos brillantes.
No todas son palabras hueras, unas tienen relleno intenso, de sabores añejos, de pimienta a. de C.; otras, de las cosas que siempre han estado allí y allí permanecerán (me gusta el verbo italiano rimanere) y las demás palabras siempre serán suaves, no enunciadas, caricias que quedan más allá del tacto.
Como si hubiera la forma de salvar a alguien, mas uno mismo no se puede salvar (de sí mismo).

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