lunes, 21 de junio de 2010

Quieta


El corazón quieto, la cadera quieta, la respiración tranquila y profunda. Así como me he dejado llevar algunas veces por las emociones más arrasadoras, también soy capaz de dejarme llevar por la tranquilidad de una llamada a la cama y me he quedado profundamente dormida.
La consciencia está tranquila, más que tranquila, está acallada. ¿Quisiera yo que volviera el remolino de mi vida? ¿Quisiera ser de nuevo arrastrada por el viento?
Me tiene y no me deja; me deja y no me olvida. La magia tranquiliza.
Es que he estado ocupada en otras cosas, en otros planes, en otras luchas por tenerlo todo claro o de menos seguro (aunque no del todo, porque no se puede).
Me he encontrado con viejas rencillas. ¿Por qué insisto en que la gente me quita lo especial ser? ¿Lo hacen sin darse cuenta acaso?
Es tan importante.

Pero aquí sigo, casi pensando en nada y preguntando poco; emocionada por las cosas nuevas y por las razones correctas. Quisiera también seguir emocionándome por las incorrectas.

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