martes, 28 de abril de 2009

Que el fin del mundo se avecina.

Que el fin del mundo se avecina. Rayos, centellas y parásitos. Que el fin del mundo...
¿Qué pasará en este fin del mundo? O sólo es la limpieza que cada inicio de siglo se da a la humanidad. Tal vez somo demasiados ya los piojos alimentándose de lo bueno de esta tierra.
Que el fin del mundo se avecina y yo estoy con mi madre y mi tía. Es curioso, con ellas crecí, ambas me criaron y malcriaron, me enseñaron el mundo. Sólo faltaría mi padre para completar el cuadro infantil más perfecto.
Que el fin del mundo se avecina y todos reflexionan; todos quieren estar bien con todos, sacudirse los rencores, olvidarse del olvido. Qué miserable es aquél que...
Que el fin del mundo se avecina y yo con risa, con sueño, con hambre, con sed, con ganas de ya no ver este fin del mundo tan esperado por mí en tantos años. Niego mi posible destrucción, mi muerte. Ella también lo niega.
Me llama y se enmienda, no me reconforta, ni me molesta. Me quita un poco de tiempo, sí, pero quién no lo hace. Como si siempre quisiera ser protagonista de mi vida en las peores catástrofes; como si siempre quisiera ser el inicio de alguna parte.
Yo solamente digo que se cuide la pequeñita, aunque ya no sea mía.

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