lunes, 19 de enero de 2009

Maldición perenne y silenciosa


En una breve caminata hacia el mercado sobre ruedas del domingo, me di cuenta de mi error: seguir viéndola sin ver o oyéndola sin oír. Cada vez que visito sus páginas (cada vez más supérfluas y con garrafales errores ortográficos) me invade, me invade...

Nunca había odiado a alguien así. ¡Nunca antes en mi corta vida había odiado a alguien verdaderamente! ¿Por qué ahora sí? Es evidente.

Me alegra ser la maldición perenne y silenciosa.

Me alegra saber que, de todas las bendiciones que dice tener, yo soy la gran excepción.

Infinita mala fé.

¿Sabía ella que yo no perdonaba?
Espero que aún lo recuerde, por su bien.

No hay comentarios: