martes, 15 de diciembre de 2020

De los días atrasados y muy pesados y demás.

¿Qué pasó en las semanas pasadas? ¿Qué fue lo que me mantuvo con zozobra por días y días? Interminables días.
Y este día, esta fecha justamente. Un 15 de diciembre del año 1979. Un par de personas se casaron. Después tuvieron una hija, como tres años después.
La verdad no me gusta hablar de mí, nunca, casi nunca, y sin embargo todo el tiempo estoy hablando de mí, ¿de qué otra cosa podría hablar? ¿De literatura, de arte, de música? Podría hacer gala de lo que sé, y lo hago, podría ser más cínica en lo que hago gala, y lo hago. Todo con la finalidad de encubrir lo que en realidad soy, qué soy, a dónde pertenezco. Todo con la finalidad de que no se note lo que me duele, lo que me está lastimando.
Los recuerdos, esos momentos que ya no están, así como las gentes, así como la juventud. Lo único que queda es la muerte, y su recuerdo, aunque no haya muerte, aún, pero el recuerdo.
Soñar con la humedad de una casa, los hongos, el hacinamiento. La preocupación del padre y de la madre. El impedimento de no poder ayudar más, por espacio, por lugares. Aquí no hay espacio, ni lugares. Quizá si hubiera, pero sólo quizá.
Mi empeño en tener mi espacio, mi vida, mi tiempo. ¿Y si eso sólo me hace una egoísta? ¿Y si eso es lo que no debo hacer? ¿Y si eso me convierte en una mala hija, una irresponsable y abusiva? 
Muchos dirían eso, yo misma me lo diría, pero no por mi cabeza necia, sino por lo que he escuchado por años de la gente de esta familia: 
"Yo nunca dejaría a mi madre sola."
"Es tan buen hijo, le puso casa a su madre."
"No estudié lo que quise porque no iba a dejar sola a mi madre."
"Cuida a tu madre."
Y yo xingo a mi madre.
Llevo mucho tiempo intentando terminar esta entrada, me distraigo a propósito, le doy vueltas al asunto, a lo que me incomoda. Entre el "deber ser" y el "tienes que sacar lo que te duele" y no sale, y sí, está allí, pero velado entre palabras necias, porque no hay otra forma en mí para darme a entender. Quisiera teorizar al respecto, pero siento que sería demasiado banal, demasiado falto de importancia, porque finalmente son cosas que me están pasando. Son pérdidas inesperadas.
Jamás pensé que sucedería así, jamás pensé que sería el padre el primero en flaquear, el primero en estar más indefenso, y ahora, al lado de la ya perennemente indefensa madre. Quisiera que estuvieran cerca, pero no tan cerca, y no hay forma de mantenerlos en esta cercanía sana, no hay forma de que no irrumpan en el equilibrio de este hogar si se acercan más. Soy muy egoísta. He de ser un monstruo.
Luego recuerdo que son adultos, que ellos deberían ya saber lo que hacen, pero luego recuerdo lo que es sentirse rebasado. ¿Qué puede más?
He de ser un monstruo.
Pero hago lo mejor que puedo.
Pensar en una vida que jamás me ha gustado, en una dinámica de familia muégano que jamás, JAMÁS he experimentado, porque crecí lejos de todos los parientes, porque sé que así debe ser, por lo menos para mí y para mi amor…
Puede ser por unos meses, puede ser por años, puede ser por décadas, y este momento de la vida, donde he perdido ya tanto tiempo con mi amor, no quiero perder ni un minuto más. Suena tan dramático.
Quizás estoy siendo melodramática y no me dejo llevar por la practicidad de la vida. Si no se puede, no se puede, si me quedo en este paraíso infernal es porque acá estoy tejiendo mi vida, si ellos no vienen es porque no tienen un lugar aquí, porque no lo pensaron así antes. ¿Y ahora? ¿Por qué no hacerlo? No es imposible; sin embargo se necesitan voluntades y tiempo y disponibilidad y todo en plural, porque no todo ha de depender de mí, porque la madre es un ser independiente y yo también (aunque a veces no lo sienta así). 
La deuda moral y más que moral pesa sobre esta cabeza turbia y pesada.



No hay comentarios: