martes, 27 de marzo de 2012

Des—


Aparezco.

¿Qué hay detrás de esos ojos desconsolados? ¿Qué hay detrás del dolor que tanto deseas y gozas? ¿No te incomodan tus conductas repetitivas, monótonas?
Por la avenida, irremediablemente, recuerdo los días de primavera, el sol en la cara, el viento que roza mis rizos, los motores de los autos y la esfera que de todo protegía, ¿qué pasó por esas mentes, dónde fueron las palabras? Enterradas en el pavimento requemado, tatemadas por la fuerza de las llantas, bien dentro para que nunca más salgan.
Todo eso lo entiendo, pero qué sobre la descortesía de la casa, qué sobre los rines que rayan las calles y los estridentes sonidos que queman las encías. Todo lo demás bien que se sabía; nada de groserías, nada de olvidos, nada de citas mal hechas; nada de días perdidos en el hartazgo y de trabajos forzados en la espera desesperante e inquieta.
El fascinante poder de desesperanzar corazones.

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