-Escrito el 4 de marzo-
Hace poco
fui a casa de mi madre a quedarme, a visitarle y por unas cosas. ¿Cómo está?
Bien; noté que extrañaba a la gata Isis cuando encontré en mi cajón de las
fotos reveladas, unas de Isis cuando era bebé y tenía su colita paradita. Y es que ¿cómo no extrañarla? Si Isis siempre fue en esa casa.
¿Cómo era
Isis bebé?
La verdad
no recuerdo, no recuerdo mucho. Recuerdo que cuando dormía se posaba sobre tu
pecho y te observaba dormir. Si despertabas, podías notarlo. Te veía con sus
ojotes atentos, casi con cariño, porque a saber cómo es el cariño de los gatos.
Luego
recuerdo que era una gata ágil, que se iba por días al campo y que regresaba
llena de marañas, arañas, pedazos, hasta espinas de nopal. A veces regresaba
toda empapada, se dejaba secar y se iba de inmediato a comer.
Era una
gata feliz, hasta que enfermó.
Entonces
la tuve que cuidar, inyectar, medicar, comprar su alimento especial.
De eso han
pasado ya varios años, ¿cuántos habrán sido? Más de siete, eso es seguro.
Le gustó
el hogar, estar en casa, dormir conmigo, no salir, dormir y dormir; y lo sigue
haciendo.
Hoy la
gata Isis, mi gatita, mi bebé, cumple quince años, ¡quince años para un gato es
un montón!! Y aquí sigue conmigo, con nosotros, odiándonos un poco por traerla
al calorón loco de estas tierras, lejos del perpétuo témpano de allá, de la
casa donde la viera nacer.
Ni modo.
Aquí está
y está conmigo, y está feliz —espero—. Yo la amo.
Isis casi recién nacida.
Isis a los quince años
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