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martes, 3 de diciembre de 2024

¿Ustedes no extrañan a sus papás?

Justo antier estaba recordando el momento exacto en que me sentí desamparada, algo huérfana, lejana de mis padres, sí, huérfana y desamparada, de plano. Ese momento fue cuando tuve un esguince en el tobillo y no había quién me asistiera bien a bien, no, porque mi madre estaba lejos, mi padre enfermo, incapacitado mentalmente, y mi pareja pues, estaba trabajando y se ausentaba dos días a la semana, aunque si bien, él me acompañaba en el transporte público para mis actividades, había otras, las del hogar, en las que no podía asistirme del todo. En la más difícil era en la del baño. Vieran qué difícil es tener que bañarse con regadera y un yeso… por eso comencé a usar la cubeta comex y la jícara, era más eficiente y sencillo para no mojar la pierna; sin embargo eso daba otra dificultad: La de tener que subir la cubeta, calentar el agua, poner todo listo para no caerme. Recuerdo que un día él estaba malhumorado y me contestó de fea manera, supongo que estaba cansado, harto del baile de las cubetas, pero yo no tenía por qué tolerar eso. Recuerdo muy bien que con todo y férula calenté mi agua, me puse la cubierta en la pierna y me bañé así, yo solita, porque tenía calor, porque hacía calor, porque lo necesitaba. Nunca hablamos de eso.
A partir de entonces tuve la idea de pedir lo menos posible, a pesar de que me había dicho que le pidiera lo que fuera, que él lo haría con gusto.
Desolación. Desamparo.
La primera vez que me sentí así fue cuando necesité muletas, mismas que me prestó una amiga inmediatamente, cosa que le agradeceré de por vida y que hizo que yo la amara tanto, justo ahora la sigo amando. No. La primera vez que sentí desamparo fue cuando se metieron a la casa de mi madre y todo fue caos, y nadie sabia bien qué hacer, menos ella, y todo fue para mal. ¿Qué iba yo a hacer con mi perra? Nadie le quiso dar asilo, ni los conocidos de la familia, ni mis amigas acá; tampoco mis caseros se vieron cooperativos, a pesar de haber sido un evento bastante traumante. Sí, ahí sentí el desamparo. En una tierra lejana, sin los míos, que son pocos, con las manos atadas. Después fue el desamparo de las muletas y, después, la necesidad de usar un bastón. ¿Dónde conseguirlo en esta ciudad? No fue hasta tras casi un mes, que mi madre pudo venir a verme, que ella se pudo mover y traerme un bastón, mismo que aún conservo y adorné con estampitas de Hello Kitty. Ella y yo platicando sobre lo extraño que nos resultaba pensar: "Le voy a decir al Huehue que traiga…" y después constatar que eso ya sería imposible lo que restara de nuestras vidas. El desamparo de la persona que siempre estuvo allí, satelitalmente a veces, pero allí, y que dejara que ser/estar.
La desolación. Cuando sientes esa libertad, ese TE-MANDAS-SOLA, pero no hay más allá que ti misma, no hay a quien robarle un billet o a quien contarle cualquier pavada, que, aunque le pueda contar al padre, no habrá la misma respuesta, uno, es el padre, dos, no tiene la misma habilidad. Esa misma desolación que sentí aquella tarde en que me calenté sola el agua, cubrí mi pierna para no mojarla, y supe que era yo y yo, a pesar de todas aquellas palabras que en eso momento se vieron huecas.
Sí, este es un largo PMS. ¿Cuándo fue la última vez que me bajó la regla?



martes, 30 de julio de 2024

Lo hecho, desecho.

Me encuentro. ¿Pregúntenme cómo me encuentro?
Otra vez el ruido, otra vez la vida y los días, los odiosos días. No poder escapar. No poder simplemente salir sin un horario y admirar las nubes, esas maravillosas nubes de verano que todo cubren: Mis sentimientos, mis motivos, mis ojos. Otra vez las nubes.
Y yo que pensaba que no las habría, ni tampoco luciérnagas, ni libélulas. 
Y al final las hay, pero ¿qué más me da? Qué ganas de ser perrito de zona arqueológica para ir caminando feliz por los lugares frescos y recoger caricias y proteger las tierras. Qué ganas de ser gatito zampón, que duerme como un bendito, que recibe besitos. Qué ganas.
Me encuentro. ¿Cómo me encuentro?
Un tanto desecha de los nervios. A veces –casi siempre– me causa gran pena el hecho de mover las actividades diarias y acomodarlas al antojo del padre (porque no hay de otra). A veces –casi siempre– quisiera no tener horario y entregarme a la vagancia, recoger las hojas, tirar para delante y estar en una playa bien remota. A veces –casi siempre– pierdo el sentido de las cosas, se me atiborran las ideas y el cansancio invade hasta la punta de mis cabellos.
Hoy rescaté una luciérnaga mientras regaba mis plantas. ¡Qué dicha de verlas brillar, qué dicha de que me caminen la mano! Agradezco esos pequeños pedazos de vida que me sujetan al suelo y me quitan de pronto tumbarme y no levantarme.
No es que no quisiera críos, es que ya pasó el tiempo. Es que valoro mi vida, mi tiempo (el que tengo mío), mi silencio. Es que no deseo perder mi salud –si es que la tengo– y poner en riesgo mi vida. Este cuerpo ya va para otro camino, el mío, el que me he forjado, y ahí no están esos críos. A veces –casi siempre– me es molesto hablar de eso con gente, ¿qué demonios les importa, si ellos no soy no, si no saben de mi mente?
Son impertinentes. Son molestos. Debieran callar, callar para siempre.
Me encuentro. ¿Qué es un encuentro? Un hallazgo de dos o más cuerpos en una encrucijada abierta, entre flores, cañas y olores. Me encuentro arrastrando dolores.






martes, 18 de junio de 2024

Ruido

Aquí hay ruido. Ruido muerto. Ruido molesto. Ruido y caos. Caos muerto, Caos Molesto. Pronto voy a poner. Ya he puesto música. Música ruidosa. Continua. Continua como esta vida, que no acaba, en la que no cabe el descanso. Sigue y sigue.
¿Para qué quiero descansar de todos modos? Quizá sea el calor el que me tiene atosigada, incómoda, sudorosa, terrible y temible. Quizás sea el cuerpo que no tolero, la cantidad de libros, las ganas de leer y de estar sola, pero los trastes deben ser adecuadamente ordenados antes de lavar los siguientes. (No lo he hecho) Me he dedicado a hacer mis cosas y luego nada, casi nada. A hacer eso pendiente del auto, la limpieza del polvo que jamás acaba, jamás se va, siempre permanece. ¿Qué aroma es ese? Un dolor de panza eterno, terrible, ya lo estoy sintiendo. No pude evitar comer esa galleta. Tenía ya mucha hambre. ¿Para qué estoy estudiando lo que estoy estudiando? ¿Para qué sigo en ello? ¿Es eso mi vida?
Tiene tiempo que no lo hago de verdad. Aquí no encuentro nada ni nadie. Aquí nadie puede ver ojos en otra cara. Para hacerlo propiamente me tendría que mover a otra ciudad, qué otra ciudad, otro Estado, porque aquí no he encontrado, además, gente afinada. 
No, no necesito silencio. Necesito mi propia tonada. Solamente la mía, no otra. Sólo quiero escucharme a mí misma, sin complicaciones. Ir de mi punto A a mi punto B, sin interrupciones (y sin embargo, me interrumpo a mí misma). 
Cuidar las cosas. Cuidar de los demás. Cuidar de las cosas de los demás. Cuidar lo que digo. Cuidar lo que escribo. Cuidar lo que pienso. Cuidar lo que no pienso. Cuidar de escuchar lo necesario. Cuidar de escucharlo todo. Cuidar del sonido, del silencio, de la oportunidad, de la depresión, del pan dulce, la grasa, los irritantes. 
Mirar el horrizonte quebrado por una lona y una espantosísima barda de block gris. ¿Por qué la gente usa ese material tan inmundo para construir? Sé que es barato, pero es realmente espantoso, o Hespantoso, así con hache. Quita la vista, corta el viento, da calor. Te-rri-ble
¿Y de qué más me he de quejar esta vez? De la levedad de algunos días y la pesadez de otros. Del dolor de panza con cólico menstrual. (Me arrepiento de haber comido esa galleta ahora mismo). Qué largo, qué fiaca, qué calor, qué más da.
Si puedo, me sentaré a leer el libro que he querido comenzar desde hace semanas, pero que, por una u otra razón (tarea de guitarra, salida, enfermedad), no he podido hacer. Ojalá lo logre. Ojalá termine esto pronto. Ojalá de verdad haya ayuda. 



viernes, 1 de diciembre de 2023

Marranazo o azotó la res.

Es extraño. Es doloroso. Extraño a mi mamá, porque a pesar de saber que ya poco hacía por mí, que ya no tenía fuerzas para levantarme, que me regañaba cuando me daba fiebre y no quería moverme de mi cuarto porque me sentía mal, que me decía que me dolía la panza por tragona, aunque lo que tenía yo era cólico menstrual; a pesar de que tenía muchos años que no me hacía un tesito o alguna comida especial cuando estaba mala… Estoy escribiendo muy mal.
El caso es que caí en el baño y me pegué dolorosamente en el coxis, todito el coxis duele. No puedo estar en una posición cómodamente, ni incómodamente y, que, a pesar de que mi madre no podría hacer nada por ayudarme, por lo menos estaba allí para decirle, para que me regañara o me dijera: "Ay B…" pero no, no la hay, no hay tal madre, ni tal regaño, ni nada. Sé que hubiera sido exactamente lo mismo, pero por lo menos hubiera estado por allí, pero nada.
La vida es ese catorrazo épico que te das de vez en cuando y que te deja deshabilitada por algunos días, ¿y mi miedo a permanecer deshabilitada? Ese siempre.
La inevitable decadencia del cuerpo o todavía puedo.
Debo poder. Es mi obligación. Nadie va a mover este cuerpo más que yo, nadie.
Pero, bueno… También lloré en la mañana porque quería un regalo de navidad. Es raro tener regalos… raro de poco frecuente.
Dejaré de escribir, porque no pienso bien y porque me duele la cola.
Fin.
Sólo sé que caí, azotó la res. Caí en el baño, mientras me duchaba, caí totalmente enjabonada, me resbalé tontamente y no pude mantenerme en pie y caí, así, simplemente sentí el duro golpe en toda la cola, en todo el coxis y lo único que pensé fue: "¡Ay, mi coxis!" Y luego grité y dije AU-AU  y nada, nadie me preguntó si todo bien, a pesar del grito, porque sí estaban los vecinos, que son los caseros, pero son algo sordos, aunque siempre me dicen que "Lo que necesite" y sí, lo necesitaba, pero estaba yo allí, toda encuerada, tirada, con la cabeza a pocos centímetros de la taza, (no tan pocos, como 20), y pensaba que no podría obtener ni pedir ayuda, porque mi condición no era decente, ni tantito. Entonces simplemente me obligué a estar ahí, inmóvil un rato, tratando de checar internamente que sí me podría mover, mientras escuchaba el chorro de agua constante de la regadera, que quizás nunca arreglemos, porque no quiero invertir más en esta casa, sino en la nuestra, y cuando decidí levantarme, procuré hacerlo lentamente, coger mis chanclas, el rastrillo apartarlo, poner mis pies sólidamente sobre el calzado para no resbalar de nuevo y terminar el baño entre queja y queja, doliéndome sin llorar (o quizás sí, pero ya estaba bajo la regadera) y cerrar el grifo, secarme, cepillar mi cabello y llamar a mi Amor para informar lo que me acababa de pasar, ahora sí, gimoteando, de dolor y de miedo por estar sola y de verdad ver que la asistencia era remota, remotísima, y luego ir a la cama, finalmente y simplemente sentir dolor.
No soy buena con el dolor, con ninguna dolencia, tampoco con los golpes.

AU


viernes, 23 de junio de 2023

Uno de esos días...

He tenido la tentación de escribir acá, mas no me he podido dar el chance de hacerlo, puesto que, cuando he tenido un par de minutos, he estado ya bastante cansada, o con el tiempo encima. Justo ahora el tiempo cambió y me dio la oportunidad de saltar mis obligaciones y escribir un poco sobre mí, sobre el otro, sobre los días que requeman mi cabeza y me llenan de insatisfacciones y esperanzas de: ¿En verdad soy capaz de? Tuve la idea de hacer algo así tan vago, un ejercicio de escritura pequeño, pequeñito, no obligatorio, aleatorio, un mero juego, tuve la idea y salió algo que yo no supe si salió, pero que alguien externo confía en que sí lo sea, en que sí vale lo suficiente para presentarlo públicamente, ¿seré yo capaz de rellenar 60 minutos de ideas y creatividad sin ninguna canción, sin ninguna ponencia, ninguna cosa de interés social o escénico? Quién sabe. El chiste es que por alguna razón desconocida un profesor piensa que escribo poesía y me dice que la lea en público, así, como leen las personas de literatura (de entre las cuales estoy y no, sólo por el flamante título de licenciatura que finalmente poseo, pero que no dice más sobre mis capacidades intelectuales). ¿Qué será de mí en ese día? ¿Haré el ridículo?
Uno de esos días… Como el día en que so pretexto de trámites, nos escapamos y tuvimos una cita de esas como las que teníamos antes, una cita soleada y llena de viento, de añoranza y de ganas de salir más allá, más arriba, sin más planes que caminar hacia la otra calle y llegar para tener una mejor vista, un café o una comida rica. ¿En qué momento dejamos todo eso? Ah sí, en el momento en que nos mudamos y el sol inclemente impide ese tipo de salidas, en el momento en que dejamos de encontrar sitios agradables y en donde todo sitio era rellenado con chocolate líquido y dulce sobre dulce, sin posibilidad de contraste en el gusto. ¡Qué terrible gusto! Uno de esos días que tanto nos queríamos y que caminábamos sin rumbo y con estilo por las calles, esas calles que ya no son nuestras calles, sino la de otros miles de personas que es el mejor futuro el estar en esa ciudad tan llena, tan acomodada, tan sin agua y con millones por todas partes.
Será que la construcción de mí misma está aquí, cimentada en el no ser como ellos, como esos otros, los de la ciudad, los del campo, los de las afuera. Será que Una es Una y nada más, y que tal vez sí sea capaz de aprender, de emprender de nuevo el sueño que yo misma corté, por miedo y comodidad, por querer tener un futuro estable, ese que no lo hay, por saber más y quedarme corta, tan sólo con unas cuantas fuentes.
Total que quizás sí de el ancho y tenga parque y pueda leer poemas sin tanto desgaste, pero eso sí, con un poco de histrión, tal vez sí, porque de literatura soy, pero también le hago al teatro y de música y de arte y de todo, como un mole bien hecho, no tan picante, no tan dulce, pero bien condimentado y que sí, también cae pesado.

Una


jueves, 26 de enero de 2023

No hacer. Hacer nada.

Enfermé esta semana. Quedé con tantito moco y me cuido de la ronquera, porque sino, ¿de qué otra forma podría yo comenzar el año dando clases de canto? Acabo de limpiar el suelo. Esta semana lejos de las actividades pública y físicas han dejado en mi un cuerpo más o menos descansado, una cabeza un tanto clara, pero una casa realmente sucia. No es porque seamos en realidad muchos, sino porque tenemos un nuevo gato y nos trae tierrita, además de que aquí la caña carbonizada cae como nieve y brinda a la tierra nutrición, y a las losetas, mugre. Purita y toditita mugre. Pero ni modo, ya no quería vivir en el monstruo llamado CDMX que porque era imposible, y sí. El plan era venir a vivir acá con mi Amor, encontrar un terreno para construir, comenzar a hacerlo y vivir haciendo lo que fuera que nos gusta. Y tantán.
El plan era venir a vivir aquí con mi Amor, mi gata Isis, mi perra Gilda y que a los pocos meses se mudara mi madre a Querétaro, donde tiene su casa amueblada, y todos abandonáramos la gélida casa el sur de la Ciudad. El plan fue, porque Gilda se quedó con mi madre, al igual que ella con mi padre y todo pasó por delante, justo antes de la pandemia, y nos llegó el año parado, luego vino el otro, y mi gata, y mi madre, esas dos se fueron.
No sé si en realidad me ha hecho bien ir con una psicóloga y hablar de las cosas así sin objetivos, porque me siento laxa, pero no quiero rigor, porque los objetivos me agobian y me llegan de desazón. La gente dice que está mal vivir así, que está mal no tener ninguna meta, ninguna ambición, que está mal no poderse imaginar en el futuro así exitosa, estable, remunerada. La verdad es que no me gusta hablar de ello, ni del éxito, ni de la estabilidad, mucho menos de la remuneración. Me la he estado viviendo así, cachando lo que viene para mí, sin mucha ambición de querer lo mejor, (¿o no?). No quiero lo mejor, ni lo ambiciono, porque lo mejor siempre implica más casas, más autos, más dinero, más fortuna, lo mejor para mi pobre cabeza crecida en este triste mundo no implica más nutrición, ni mejores condiciones, ni más felicidad.
Tampoco me gusta imaginar mi futuro, porque esas proyecciones siempre han de ser el de una casa propia, perro, gato, marido, carrera, trabajo estable, propiedades, compras, viajes, cosas que sí me van, pero que son para todos y yo no soy todos. Quiero un viaje a la playa, pero no a la playa donde todos van, quiero estabilidad, pero no la que implica no ver ni el atardecer, quiero carrera (pero si ya tengo una, pero no la ando presumiendo, aunque de tantas pausas nadie sabe de ella y todo se va para atrás porque además, al lugar al que vine a parar nadie te presta ni un lápiz si no sabe quién eres). Lo único que quiero es una casa propia y ahí es cuando llega la frustración, porque ya estamos en el umbral de febrero y ni siquiera hemos hecho lo que habíamos convenido hacer en diciembre, ¡en diciembre! Yo creo que haré esas agencias solas, sino eso tampoco va a avanzar, así como trámite del ISSSTE.
No me gusta hablar de mi futuro porque no se concreta, ni en uno, ni en dos, ni siquiera en cinco años. Lo que realmente quiero es construir una casa y habitarla antes de ser demasiado vieja, tener mi casa para nuestras actividades, nuestros gustos, nuestra familia, un lugar donde de verdad, nadie, NADIE nos moleste y no tengamos que vestirnos para ir al baño.
Pero en fin, lo único que venía a escribir es que me enfermé un poco y que finalmente hice la nada, LA NADA, y he podido ver series, películas, ¡he podido leer! Cosas que quiero, que me nace, cosas que hago para rellenar el tiempo, casi sin pensar en pendientes, obligándome a echar para adelante los trámites por hacer, los pagos, la maldita vida adulta. Esta semana en donde sólo me he cuidado a mí y un poco a las gatas. Esta semana merecida que seguirá así, hasta la última hora de este domingo, porque por supuesto que no iré a taller de teatro el sábado, donde seguirán ad nauseam con La Bella y La Bestia, porque he visto en las redes sociales que se promociona como taller de teatro musical y eso sí que yo no quiero, no me late, me cansa, me fastidia, hasta sueño que estoy harta. He pensado en renunciar, pero entonces, ¿cómo practico y perfecciono?
Y justo ahora, se ha ido la luz…
¿Por qué, en serio, a la gente le gusta disnei y el teatro musical? Tanto ruido, tantas luces y sonidos: estridencias que no te dejan la cabeza más que para ellas y no para las cosas buenas y mesuradas. Por eso es que no me gusta imaginarme en el futuro, mucho menos hablarlo, porque mi futuro imaginado –si acaso lo pudiese realmente elaborar en la mente– no es como el de los otros, con canciones sosas y luces y sueños de fantasía en donde al final el bien siempre triunfa, mientras que el mal es castigado. Eso no, eso siempre es muy aburrido. Mi película tiene suaves cabellitos, muy buena música bien estructurada y un argumento sólido como edificación antigua aún no descubierta por los saqueadores de tesoros (y los arqueólogos).

Yo


jueves, 3 de febrero de 2022

Incómodo silencio

De un comentario cualquiera al silencio.
No sé cómo resolverlo. Esta vez no lo sé.
Quisiera tener la certeza de saber qué se oculta atrás de la cortina, qué es la molestia primaria, pero la tengo, pero no la quiero decir, porque hay algo allí enterrado que incomoda, como una uña del pie, algo que trae consecuencias y charlas que no se quieren decir, porque estorban, porque no son fáciles de expresar. Quisiera acallar lo que me muele, y no puedo, no puedo ni quiero, pero debo, porque además de mí hay otro y ese otro también ha estado incómodo; ha perdido todo un año de su vida a causa mía y de los míos. ¿Cómo salvar eso? ¿Cómo no arruinar las cosas?
Mi desinterés no ha sido más que falta de momento. ¿No merezco acaso una segunda oportunidad en el interés?
También yo soy tajante. También digo las cosas y las quiero ya. También. Pero algo trivial, que al final no lo es, ha cerrado las voces el día de hoy y se ha convertido en uno de los días más inquietos y pesados. ¿Será acaso el momento de hacer una separación de intereses? ¿Será acaso que nunca los hubo en común y que todo era fingido? ¿Qué es la realidad en esta relación? ¿El equipo simplemente se ha formado en las adversidades? ¿Será que las cosas que decía me eran interesantes no lo son y solamente me he estado adecuando a los suyos? ¿Cuáles son mis intereses? ¿Qué es el tiempo? ¿Cuál es el momento correcto para compartir? ¿Se puede regresar el tiempo? ¿Hay un futuro en común? ¿Y yo? ¿Dónde he estado yo?

¡Qué se yo!



domingo, 26 de septiembre de 2021

Me desborono

Estoy demasiado triste para mí, para crear, para formar. Estoy demasiado triste para leer, para llenar, razonar y reformular espacios, teorías. No quiero saber de las cosas del mundo, de lo externo a mí, de lo que ha molestado a las demás por siglos. Hoy no. Hoy no quiero ver por nadie, por las desvalidas, por las aguerridas. Quiero ver en mí, en mi destino, en el tajo cortado que he dejado de lado, allá, lejos, en el pasado, en el frío y eterno invierno de mi juventud, la que cesó el día 6 de febrero y terminó de rematarse el 22.
No quiero sino pensar en mi destino erradicado, terrado, por mi corazón dejado de lado, ese que casi no daba de sí ya. ¿Quién iba a pensar que una ausencia así haría tal mella en el camino?
Interrupción.
Continuación.


Desvío mi mente y la mirada hacia los deseos varios. El se etérea y eterna, quedarme como espina dentro del abismo suave de todos los que me tocan, pero quien ha quedado dentro ha sido mi madre.
No tengo ya referente, ni memoria, no recuerdo mucho de los cuentos y vivencias, unos lugares vagos a los que fui ya hace muchos años. Un canal, un río, árboles y calor. Y nada ya está allí, supongo, son difusos momentos poco significativos, para nadie, para mí solamente. Un  pequeño grano de arroz, y roto.
Ese soy yo.

Escribir de corrido tampoco puedo hoy. Quizá debería dejarlo aquí, tal vez no. Este desgarre, este ansia de escuchar la perfección, el lamento contento, el día de sol idóneo para secar la ropa. Este trauma insostenible y la flexibilidad. Nada.

¿Qué es de mí, tabla a la deriva en este río casi seco?



lunes, 8 de junio de 2020

Vidas pasadas.

¿Cuántas vidas ya llevas puestas?
¿Cuánto tiempo más pasará?
Has transitado ya por muchos tiempos, por un par de siglos, por la gente, sus personalidades y problemas. Has visto  demasiado, mas no suficiente (o eso es lo que crees). Te has quedado en anhelos y con los deseos de muchos. Conoces a tantas gentes que no te cabe en la cabeza, has olvidado a tanto, y has sido olvidado por la gran mayoría.
Tus vidas han transitado lentas, pacíficas y pasivas; sin gran complicación, sin dificultad extrema ni problemáticas densas.
Y has pasado de largo de entre ellas, porque sí, es cierto, tú no eres memorable, no eres digna de ser recordada, ni odiada, ni amada, ni admirada, casi que ni leída. Tú eres un grano más de arroz, sin diferencia, no llegas a ser el negrito, ni la paja más larga.
Ese tránsito tan silencioso y decente no llega a la entonación más límpida ni plena, o ni siquiera a una tonada sincera, o tranquila, o pasable.
Normal, acaso normal. No más.
No eres sobresaliente. Entonces eres casi nada.
Todo aquello que pensaste que merecías, no lo es, no logras hacer un algo más para que se te admire, para que se te recuerde verdaderamente. Llegas a la vida de la gente tan fácil como te puedes ir. Y desapareces físicamente, y quedas en nada, tú que te creías el todo.
Y no eres nada.
¿Cuántas vidas han pasado sobre tu espalda? ¿Cuántas tú han desaparecido con el mover de tus dedos, tus brazos, tus piernas, tu cabello? ¿Cuántas vidas más soportarás?
¿No es momento ya de desaparecer para siempre de estas vidas?
¿Cuántas veces has intentado reinventarte? ¿Y cuántas veces no siempre has sido la misma?
Desgastada y vieja, ajada cada vez más.
Primero comida y hongueada por la humedad y el frío.
Después requedama por el sol.
¿Cuántas vidas más aguantará tu mente?
Tus recuerdos se vuelven flácidos; tu oído débil; tu cuerpo lánguido.
No sabes cuánto durarán las ganas de recorrer los caminos distintos, esas vías sin rumbo. Todo sabe a muerte, triste, desecada y necesaria.
Ojalá llegue el momento en que cualquier no extraño te mire con ojos de conocimiento y te haga sonreír sinceramente.
¿En qué vida será aquello?


martes, 26 de mayo de 2020

Expandirse y dejar.

Tiempo ha que no soy yo. Luego me fui, luego volví.
Ahora me duele un dedo. Los malos hábitos caen nuevamente. En mí.
No soporto nada, no me soporto a mí. Quiero estar sola un momento y pensar, y no pensar, quiero vivir de refilón todo un día en mi propia intensidad. Serán las hormonas, el encierro, habitual encierro, el calor, la falta de camino, el ciclo, el enclaustramiento, el común enclaustramiento, la temperatura alta, la omisión de vía, será.
Yo sé qué será y es lo de siempre, aderezado con lo otro, lo del día y la convivencia, que se hace extraña, que se hace plana, que se hace siempre. Ser personas de hábitos no es malo, tampoco lo hace bueno, lo hace normal, normalizado, terrible y aburrido, y luego no, porque hay saltos, sobresaltos, embistes, truenos, ya no quiero. Quisiera estar sola, solita un momento, y luego quisiera no estarlo. Quisiera no estarlo cuando no quiero y luego estarlo, cuando quiero, ¿cuándo no?
De niña era lo mismo. Me aburría de estar sola y salía y me aburría de salir y me metía, me metía, me mentía. Yo creía que era genial, que era única y especial; creía que nadie más podría ser como yo y luego resulta que hay mil, millones igual a mí. Soy una copia de la copia de una copia. Lo único que me hace diferente, quizá, sea mi pobre historia personal.
¿No será también una mentira? ¿No será que vivo el autoengaño y que lo que digo ser, tener y estar, no es, ni tengo, ni estoy?
Ojalá el auténtico nihilismo consumiera por completo mi cerebro, para dejar de pensar, de penar, de sentir, de doler. Ojalá llegara el gran hoyo negro y me quitara de estas no ganas, de esta tremenda incapacidad de no ser. Ojalá tuviera las agallas de nada.
No soy yo de aguantar ni mi propia mente.
¿Qué demonios hago aquí?
Esta tarde de verdad que quise huir, por mí, por mi pie, por mi salud mental, por dejar de sudar a lágrima tendida irrespetuosa. No se puede fingir la sonrisa, el hambre, ni la satisfacción.
Quisiera simplemente expanderme, destruir y devorar al mundo, desecharlo y seguir, con el alivio del olvido. 
¿Cómo le hacen para salirse de sí?


miércoles, 8 de abril de 2020

Da igual, desapareceremos.

Tengo sueño y ganas de llorar; yo sé que es por el sueño.
Veo a la gente sólo por las redes sociales desde que llegué a vivir a este paraíso tropical, así que el hecho de no verlas físicamente no cambia nada en realidad, nada, hasta que las veo ansiosas y desesperadas. Yo no lo estoy.
Yo estoy temerosa.
La ansiedad por el encierro ha sido mi constante, sobretodo desde el año pasado, hasta que conseguí algo de trabajo y pude salir a ver el mundo, en tanto, fui carcomida por la soledad y el encierro.
Eva, tan sola, en una casa grande que no es propia, con un vecino que le era extraño, nadie más al rededor con quien platicar. 
¿Qué hice entonces?
Escribir y escribir por este medio, escribir con cierta disciplina para manifestar mi hartazgo y sacar algo de la molestia que llevaba dentro.
Todo ocurrió después de que se me rompiera el corazón por mi gatito muerto; me trastocó. El Coso me hizo cuestionar las razones verdaderas de la maternidad y me quedó claro el porqué estoy incapacitada para criar seres humanos. Mi mente no da para tanto.
Después el encierro, la soledad y el aislamiento. El cansancio de mi Amor cuando venía y yo manteniendo el hogar en orden para su regreso, a pesar de estar enferma casi todo el tiempo, pero a flote, ¿por qué? Así lo había querido.
Muchas veces quise ir a casa de mi madre para no estar sola en esta casa, pero tenía la responsabilidad de las gatitas, de las vidas pequeñas y diminutas a mi cargo. (Ahora están aquí metidas, dormiditas, porque hay un perrote grandote afuera que no las deja estar tranquilas). Y no fui, y lo fui postergando, hasta tiempo después de que aquél aislamiento terminara, hasta tiempo después de que conociera a las Heróicas y abrazara ardientemente la llama feminista, hasta que…ya no pude ir a la casa de mi madre a verla, a ver a mi padre, a ver a mi perra, a pelear contra el frío, y ver mis plantitas, a quizá, tomar un par de libros y traerlos acá. Ya no pude. Aunque sí fui alguna vez más, no le hice la visita grande que tenía planeada, la de quedarme en casa y platicar con ella, comer mucho y dormir algo, ya no pude.
El aislamiento y la ansiedad que ésta conlleva. Lo entiendo perfectamente; entiendo cómo la gente que solamente he visto por redes sociales en este par de años se siente. No las subestimo, no minimizo su sentir, quisiera poder decirles que eso pasará pronto (aunque quizá no sea cierto), quisiera decirles que la gente dejará de ser estúpida (aunque sé que eso no es cierto).
Una ansiedad terrible los carcome, saben que la muerte está tocando sus puertas, las araña y los llena de incertidumbre. Es eso, la incertidumbre justamente, esa que no deja de rondar por las mentecitas sanas y enfermas, porque todos estamos en la misma situación.
No diré ahora que no estoy ansiosa por la incertidumbre ante la espera del llamado terrible de la muerte, no por mí, sino por mis seres queridos. Sé que no sería así, sé que no, sé más o menos de dónde podría venir, pero no así, pero el hecho de que mi madre sea el blanco perfecto para la enfermedad pandémica que aqueja este año, me tiene no muy tranquila.
Sólo resta esperar, sólo resta un ojalá.
Tal vez ya sé por qué quisiera llorar, además del sueño.
¿Qué se puede hacer ante la ansiedad y la incertudumbre, entonces?
Pues nada.
Pero quizás también sea mejor no desesperar y llegar al lugar privilegiado del juzgador moral supremo, el que sólo se queja de las acciones de los demás, de los que salen, de los que compran de más, de los que no hacen lo que por disposición oficial se debe hacer, de los que son personal médico y sale de los hospitales después de atender a los enfermos del Coronavirus.
Que si muertos de hambre, que nacos, que incoscientes, que infectados. 
¿Qué le está pasando a la gente? Tanto a los guardados, dueños de la rectitud moral intachable, los escrupulosos de la limpieza, los que miran con espanto cómo la gente sale de sus casas, a pesar del llamado a no hacerlo, como de lo que salen, escupen, tosen y van por la vida sin ton ni son (tal vez como siempre han ido)?
En mi anterior aislamiento perdí la fe en la Humanidad, vi cómo la gente se desdibujaba ante la amenaza del otro y cómo atacaba con pobres justificaciones y lo hacía muy fácilmente a través de los escaparates sociales y de las multitudes demenciales. ¿Podía yo esperar algo más bajo? Quizá no, pero luego me sorprenden y veo cómo unos y otros juzgan, ya sea desde lo impoluto, ya sea desde la falta de datos científicos y el miedo, ya sea desde la violencia, ya sea desde la indiferencia.
Ahora, justamente ahora, en emergencia sanitaria, todos muestran su cara verdadera, su mezquindad, su apatía, su individualismo, ahora, justo ahora, los humanitos se muestran tan fuera de sí y de la sociedad, que dará igual que sigan o no acatando las reglas, porque alguien, siempre habrá un alguien que rompa la ventana y se forme la descomposición social, esa misma que tanto hemos anhelado irresponsablemente en lo individual, pero nos llevará a la destrucción colectivamente.
No, no pediría un orden fascista que nos mantenga a raya, pediría consciencia en todos y cada uno y todos, pero, ¿a quién quiero engañar? Eso no pasará jamás.


lunes, 13 de enero de 2020

Yo sólo quería ver televisión

Empecemos por el principio.
¿Ya se acabó el año? ¿Ya estamos en el 2020? Para mí da lo mismo, o ya no es lo mismo, o ya da igual. Este ordenador no lo he abierto desde el año pasado, es real. No tuve oportunidad de ver series, de hacer facturas de diciembre, de hacer ningún trabajo pendiente, ni adelantar, ni nada. 
Vivir en medio de duelos y emergencias al rededor de un mes, y justo el mes de vacaciones, en donde se debe hacer un necesario descanso, no es aprendizaje, lo aseguro.
Apenas comenzando las vacaciones decembrinas, cuando vino un extraño suceso, algo que movió la psique y los planes familiares de más de un núcleo. Que se metan a allanar la casa materna buscando algo en específico da mucho qué pensar; que se metan a allanar por segunda vez y dejan sólo su cuarto patas pa'rriba, da aún más que pensar.
No pude ayudar la primera vez, tampoco la segunda. Quizá me hubiera puesto en peligro; quizás no.
Sólo sé que la paranoia y la estupidez es inmensa, que entorpece más la voluntad de un ser ineficiente, ególatra, impositivo, odioso, que la misma incapacidad del aparato judicial de este país piñata.
Este diciembre me encontré con un par de extraños robos, el desequilibrio mental de un familiar cercano, la inacción y total corrupción policiaca, la pasividad de una madre y la imposición más arbitraria y estorbosa de su hermana. Todo el conjunto me dejó exhausta; me tiene aún así.
Justo hoy, al dar clase a mi jovial alumno, no tenía otra gana más que la de llorar y estar en la cama sin hacer nada, hoy, el primer día del año en que pasaré la noche a solas, hoy, la primera tarde del año en la que sólo me tuve a mí y a mis gatas.
No bien comenzando las vacaciones, empezaron los más extraños problemas.
Después del robo a casa habitación, vino el peregrinar de una madre, con su parada de supuesto descanso en este hogar, en donde no hizo más que criticar y ponerse a limpiar, no sin proporcionarme sendos viajes en carretera, un susto en la Xochimilco-Oaxtepec y todo el kilometraje que no acumulé durante el año. 
No olvido tampoco el choque que sufrió mi amor, a causa de la falla de unos frenos del carro en el que venía de un supuesto profesional de la seguridad privada, que fue a ver la casa para ver qué sacaba de dinero, digo, en qué podía ayudar. Mi novio ya está mejor; quedó bastante mallugado, al igual que su amigo, que fue a ayudarle para ver la escena del crimen.
Todo parecía resolverse, o calmarse siquiera, cuando se decidió llevar a mi progenitor a un asilo para terminar su recuperación mental, oh, pero ¡sorpresa! Con la prisa estúpida de la idea más idiota, concebida por la más ineficiente persona en caso de crisis y peligro, no le dieron ni las medicinas psiquiátricas, ni las recetas completas a los que se dedicarían a cuidar la recuperación del padre. ¿La razón? Una mudanza exprés que habría de hacerse al día siguiente muy temprano, sacando cosas sin razonar de una casa que había estado habitada por casi veinticinco años, mudanza decidida, no por la dueña de la casa y de las cosas, sino por su hermana. ¿Y qué pasó después? Que mi padre se descompensó, dejó de tomar su medicamento y tuvo una crisis psicótica, tomando por sorpresa a sus nuevos cuidadores, quienes no tenían idea de lo que pasaba, porque mi madre no se dio el tiempo de informar la situación por completo, dado que su hermana la sacó de prisa del lugar, no importando la salud de mi padre, ni mi regreso nocturno y solo hacia mi hogar en otra ciudad.
Muchas otras cosas pasaron, pero justo esa fue la que logró que determinara desconectarme de los problemas familiares, no por problemáticos, sino por haber sido agrandados por la ineptitud de una persona.
Ahora bien.
El cumpleaños, sólo con mi amor. El día siguiente con los ruegos maternos de convivir y mi total negativa. La partida de rosca con la aparición de la tía viniendo a recoger las pertenencias maternas.
Y toda la siguiente semana tratando de recuperar el tiempo, hacer los pendientes que habíamos planeado, buscar cosas para el nuevo hogar, ir al cine, tratar de descansar, finalmente comer nuestra dieta habitual.
Lo que nos lleva al día de hoy: Estoy realmente agotada, pareciera que el año no acabó, que las sorpresas no cesarán, que las cosas de tengo planeadas para este 2020 se verán entorpecidas por causas totalmente ajenas a mí.
No olvido que pasé el 25 de diciembre manejando y un 30 de diciembre de lo más pesado y salvaje, que mi cuerpo y mi psique están aplastados, y que por eso soy incapaz aún de retomar la vida cotidiana, por más que me esfuerzo, por más que hago lo del día a día, porque llega un momento a una hora cualquiera en la que todo me llega y se cuelga de mis hombros, como si ese todo deseara que no avanzara más en mi propia vida.
Este fin de año fue realmente retador. Tuve que sortear no mi ineptitud, no mis apegos, no mis deficiencias, sino las de muchas otras personas. Agradezco a quien estuvo a mi lado, mi amor, a quien preguntó por mis desventuras, mis amigas, a quien no me importunó.
Por cierto, mi perra Gilda se quedó sin casa también; aún no sé quién la pueda cuidar de aquí a mayo. 

Extraño a mis papás.
Yo que sólo quería recibir regalos de navidad.
Yo que sólo quería pasar un cumpleaños feliz.

Yo sólo quería ver televisión.


lunes, 9 de diciembre de 2019

25 días para mi cumpleaños, tengo talento.

Este año ha sido una mezcla de sensaciones y sabores, casi sin sabores, pero con sabores, todos diversos, desde la alegría, la ternura, la tristeza, desolación, aislamiento, aburrimiento, terror, hasta el hartazgo y la desesperanza.
Este año está acabando ya, pero como si no lo quisiera. De pronto me viene a la memoria la pérdida, pareciera tan lejana, pero fue hace unos meses, aunque ya se cumpliría un año de eso… Y aún duele a veces. Todavía lloro poquito.
Este año me enseñó que la frustración duele, arde, enferma.
Este año he tenido bastante roto el corazón. De comenzar bien a la tristeza a la desesperanza, pasando por la locura, y justo esa locura me orilló a parar, a quitarme lo bello, lo más bello, a vaciarme, a dejarme con el hueco, en negro.
¿Por qué he optado por el silencio? ¿Por qué no emito más sonidos? ¿Por qué me he alejado tanto de esa extraña pasión que muchas veces se muestra infructuosa, que, cuando pasa no me da la satisfacción que imagino porque mi cuerpo y mi mente me traicionan? ¿Dónde está lo bello?
Veo que todos hacen su Arte, que tocan sus objetivos, los juegan y tienen satisfacción. ¿Me estoy comparando?
¿Y el patriarcado? ¿Qué se hace con ese estorbo? No se va a caer.
Me da ternura ver el entusiasmo de las más jóvenes, las que piensan que sí se va a caer. (Total desesperanza la que tengo).
¿Y qué lucha se va a hacer? ¿Qué lucha tomar? ¿El ARTEEEEEE? ¿La caída del patriarcado? ¿El aborto legal? ¿El simple derecho a ser personas iguales y sin restricciones?
No puedo dejar de darle vueltas a las cosas que molestan, que incomodan, no puedo dejar de sorprenderme cómo la gente prefiere el status quo, y las entiendo a la vez. A veces anhelo un poco de eso, para poder comprarle a mi amor algo bonito para esta navidad, ¡pero no me va a alcanzar! ¿Cómo le hacen los demás?
Va a ser ya mi cumpleaños y lo único que querría es ver a la gente que quiero y comer rico con ellos, así, sin peleas ni complicaciones. Estoy tan cansada que no puedo enhebrar idea alguna; todas quedan zafadas, así como estoy yo:

Z             A    F            A    D                      A

Deschavetada


Creo que este año perdí tanto como gané, pero ¿por qué siento que he perdido más?

martes, 12 de noviembre de 2019

Tiempo de prisas.

Escribo esto justamente con mucha prisa, prisa por terminar, prisa por empezar, prisa porque esté, por prisa.
Estos días no hay control, casi que ni hay control de los esfínteres. Estos días de sorpresa diaria, de planeación nula, de que no se sabe si habrá o no habrá el descanso, aunque por fortuna hay colchón nuevo y parece ser que es bueno, estos días.
¿Qué me depara el destino a las nueve, a las nueve treinta, a las diez, a las diez con diez? No se sabe, de verdad que no.
Hoy me levanté con relativa calma pensando que sería mi martes del descanso, y no, no lo fue; fue martes de movedera, como lo fue el lunes, como lo fue el domingo, como lo fue el sábado, el viernes, el jueves, el miércoles. Y no es sólo por el trabajo, por las actividades por planear, los objetivos a cumplir, la vendimia de pumpkin pie, no, no es sólo por eso, es por las cosas que me son ajenas y cercanas al mismo tiempo.
Sé que estando allá no podría ser de mucha ayuda, más que la moral, pero al final todos quedaríamos minados, como siempre; sé que estando acá tampoco ayuda, pero por lo menos, no estorbo. ¿Es obligación total de los hijos asistir a los padres, aún cuando los padres no se ayudan a sí mismos? He de leerme como un monstruo.
En estos días no estoy del todo yo. No estoy, porque los pensamientos vuelan encontrándose con mis cabellos, como si fueran mil moscas molestas y zumbonas, de esas que atacan, pican, que no desaparecen, vuelan cerca, no se alejan y no se detienen. Estoy al día de pensamientos, de pendientes,  de acciones ajenas. Con que de eso se trata eso de que no controlamos nada.
         No, no controlamos nada.
Este día de días, no igual al otro, ni distinto, no distingo, sin distinción. ¿Qué es de los demás en este día? ¿Tratan de resolver los problemas del mundo o sólo se están quejando?
¿Y yo? ¿Trato de resolver mis propios problemas?
Este día cansado y largo, de muchos pensares, de distancias y penares pocos. ¡Cuántos pendientes, cuántos mandados, cuánto por hacer! Y no lo he pedido, ni demandado, ni solicitado.
Justo sólo quería regresar a ver televisión y cocinar con tranquilidad y tiempo, cuando llegaron los mensajes de cosas urgentes, y vi cuán difícil es mantener la casa limpia. Tan sólo me había hecho una avena y una torta de frijoles, volteo y ¿qué? ¿Otra vez la suciedad?
Este día desordenado, como yo, como todos los días, las horas, los minutos. Sí recibo ayuda, pero no hay la suficiente para las urgencias concretas.
Y así será lo que resta del año, me temo…


viernes, 25 de octubre de 2019

Día a día

Ya casi es noviembre, ya casi. ¿Y qué se ha hecho? Pues nada, el día a día.
¿Qué es eso que siento todo el tiempo posible?
¿Qué es aquello, lo que me confunde y me deja seria?
Apenas hoy a medio día vino mi gata Asuka; anduvo fuera por dos noches, ¡dos noches! Y las cosas terribles que pasaron por nuestras cabezas. Entre vecinos malvados, perros sueltos, lluvias torrenciales y bichos venenosos.
Y apareció. ¿A dónde se fue? No lo sabemos. Ojalá no vuelva a irse por tanto tiempo. Nos pusimos tristes, locos, descorazonados, terrible. Llegó.
¿Qué es la familia sino este pequeño y hermoso núcleo formado desde hace casi un año?
Estos días van y van, transcurren; a veces con diferencias pequeñas, a veces con grandes sobresaltos, y sólo miro cómo corre el tiempo, mientras ansío dar algo más. Lo que sea que sea algo más, lo que sea, ¿lo que sea? No…
Se me vació el cerebro.
El día a día transita sobre mi cuerpo, mis extremidades se cansan cada vez más, mi mente se exprime casi innecesariamente, las emociones me aplastan…Y viene el día que sigue y que sigue y el día, la noche, la tarde se expande, me engulle, luego me escupe. Salgo del camión y camino; tomo otro camión; camino; me derrito dentro; camino; me siento, pienso, expongo. Hablo un poco; luego callo. Sondeo los movimientos, veo las inteligencias, y luego, callo. Explico y callo. El silencio no es tan grande, el ruido tampoco. La concordia se hace grande; después desaparece.
Subo al camión, me bajo, subo al camión. Leo un poco, me indigno y llego.
Los días no son iguales, son distintos unos de los otros, pero me parecen iguales. ¿Qué debo cambiar para ver la diferencia? Nada. O quizá todo. Avanzar lento entre la maleza y lograr los objetivos. ¿Qué objetivos? Todos, los pendientes, los añosos, lo que surgen, aunque estos últimos van minando mi inteligencia y capacidad de concentración.
Cuando pase un año más sabré de qué madera realmente estoy hecha.
Mientras tanto, seguiré escribiendo un poco por aquí y soñando con enormes plazas comerciales que a la vez son bibliotecas, cines, teatros y hospitales.
Necesito un colchón nuevo…


martes, 10 de septiembre de 2019

La Diosa callada.

Cosas van y cosas vienen.
Apoyar.
Ahora va el apoyar el nuevo reto, la empresa que nunca pensé, pero que ya se está dando. Me da gusto que sea, que no quede en un tal vez después, que sí de haga, aunque haya consecuencias insospechadas.
¿Dónde está la Diosa para ayudar?
No quiere su ayuda, no la quiere, no la necesita, tal vez, o su nivel de ansiedad es demasiado alto.
¿Qué más puedo hacer para ayudarlo a pasar el trago amargo? Sé que no será eterno, pero así lo siente ahora, y así lo siento ahora yo también. 
No imaginamos que esa sería una de las consecuencias.
Y tu cuerpo se hace cada vez más viejo.
Tu cuerpo cada vez siente menos deseo, cada vez está más seco, tal vez hasta podrido. Siento cómo pasa el tiempo aplastante sobre mí, cómo me exprime lo último de belleza y juventud, cómo me pasa factura y me deja seca, seca.
¿Será que debo reaprender? Tal vez, pero bien quería aprovechar esa racha y sacar de vuelta a la Diosa y saciarla y nada, no pasó nada. Tan sólo lágrimas y frustración, porque no soy más que eso cuando no se da lo que quiero (en todo), pero esta vez fue bien distinto. Esta vez era un algo más que la Diosa, era expresión, era ayuda, era el precioso momento, y se fue.
No sé cuánto tiempo me queda, cada vez es menos, cada vez me canso más, cada vez el cuerpo siente el rotundo y aplastante deseo.
Un día ya no seré yo, o quizá ya no soy yo, porque estoy viviendo en la contradicción feminista, en la contradicción de la máscara, de lo que digo ser y hacer en contra de lo que en verdad hago y soy, lo que permito hacer, todo en pos del placer. 
Quizá ya no soy yo porque me he mentido, porque me he traicionado por muchos, muchos años, porque me había encontrado y me he perdido nuevamente, porque doy concesiones, porque callo. Ya no quise callar, aunque callaba, y lo hacía porque todo iba relativamente bien, porque no hubo trabas…Hasta que las hubo, y fue ahí donde se destapó lo que no pensé que se destaparía: La verdadera Diosa no tiene que suplicar. A la verdadera Diosa se le tiene que complacer.
¿Y qué pasa cuando eso no pasa? ¿Qué pasa cuando la Diosa ha vivido atada, complaciendo?
Será cansada esta etapa, sí, lo sabemos. No sabíamos que llegaría esto.
No se trata de deseo, sino de quién sí deja pasar y quién no.
La Diosa está marchitándose.


viernes, 26 de julio de 2019

Día cinco punto seis.

La mantis que me mordió.
Cuenta regresiva.
Te despertó el teléfono. Tenías mucho, pero que mucho frío. Estuvo freso casi todo el día, salvo un par de horas en la tarde; luevo volvió a llover acá, en tu casa, porque a Cuautla ya no la quiere mucho Tláloc, ya no los moja tanto, o sí, no sabes. En este rincón cerca de otros municipios llueve y mucho.
El año pasado no llovía tanto.
Justo hace un año andabas tratando de ayudar a una mentecata, saca varo, pseudoloca, desequilibrada, tarada, una prima tuya que esperas no volver a ver más. Justo hace un año te estabas despidiendo de todos y de todo, porque sabías que el boleto que estabas comprando no tenía vuelta. Sigue sin tenerla. Te encuentras a gusto viviendo acá, aunque lo laboral sea lento, aunque a veces parezca que se cierran puertas y ventanas, pero te sientes a gusto. No sólo por la calor ("la calor" es aquél fenómeno de temperatura elevada, con mayor sensación térmica que el calor, porque el calor es masculino y no es tanto como un sustantivo femenino, que siempre es grosso y grato), sino por la comodidad de las cosas cerca, de la menos gente, de la vida pausada.
Allá estabas mal todo el tiempo: con dolor de articulaciones y dolor del alma.
Aquí lo único que te hace falta son tus amigos, tu familia y tu novio, pero él volverá pronto, te lo ha anunciado, y ha tomado la mejor decisión. Estará acá pronto y dejarás de escribir diariamente por acá, o no, no lo sabes, no aventuras nada. Ya te gustó estar acá, aunque tengas pocos lectores, porque, ¿a quién le importa leer las incoherencias de una extraña?
Te despertó el teléfono. Era para una cita de entrevista de trabajo. Lo hiciste todo lo más rápido posible y llegaste a tiempo, o casi, porque en RRHH de la empresa parecía que, aunque habías tocado y sido educada, no tenían ganas de trabajar.
Llegaste con la entrevistadora y todo fue breve, que si lo fue. Saliste a los quince minutos de haber entrado. Ni modo. A ver qué pasa. El puesto era para profesor de canto, aunque te dijo que les interesaba un profesor de instrumento, ¿no era de canto? En fin. Te echaste tu choro de lo buenos que son los coros para enfocar a los niños, de la responsabilidad, de que los músicos saben trabajar en equipo (ejem) tu choro, pues, para ver si te daba unas horitas al lado de otro profesor.
No les cuesta mucho, es decir, es una escuela particular y así están las colegiaturas.
Ah, perso si son algo amarrados los de las escuelas privadas de estos lares.
Saliste y seguiste tu viernes programado, no sin antes mentársela mentalmente a aquél que cumplió años hoy y que te sacó de su lado por sus prejuicios.
Cumpliste los objetivos del día, hasta el de tirar la basura, y eso que ya pensabas que no pasaría porque no se escuchó en la mañana.
En la clase pusiste Major Tom de Peter Schilling. Tuviste las sensaciones de felicidad y libertad de cuando corrías por el pasto de Zacatenco, cuando niña y luego casi lloras, cuando le dijiste que se suponía que tu generación sería la última que iba a estar abajo y que ahora todo está más abajo aún, que no hay esperanza. No, no la hay, no la ves, ni la sientes. Miras cómo todo se está poniendo gris, turbio y sucio y cómo todos se están dejando llevar por el odio.
Llegaste a casa con eso y preferiste comer un pan con queso, sí, rimó, y te sentaste a escribir acá en vez de platicar con tu amor por el chat, porque necesitabas sacar estas cosas, y porque ya debería saber que escribes esto por las noches.
Pronto estará aquí contigo.

jueves, 25 de julio de 2019

Día cuatro punto seis.

La piña y el albahaca.
Te levantaste para dar un masaje y terminaste dando dos.
En realidad sí te gusta hacerlo, tanto que acabas de escribir 'justa' en vez de 'gusta'. Estás muy cansada.
Tu día consistió en levantarte, masajear personas, regresar a casa, preparar la comida y echarte.
Te regocijas un poco en la Schadenfreude, eso sí, aunque sientes mucho cansancio físico para el regocijo, pero no importa. Ya tu amor te traerá licor para que se den regocijo total y para celebrar la libertad.
Tu día consistió en eso, porque llovió realmente temprano, y bastante fuerte. Tus niñas se metieron a dar lata y se los permitiste, porque está muy mojado afuera, mojado y fresco.
De hecho, tu noche fue bastante fresca, más bien fría; te levantaste a las 5 am a ponerte una cobija encima. Creíste que no haría falta, pero te equivocaste. Amaneciste algo constipada, medio moquienta y con frío; quizá eso es lo que tienes, más que cansancio de dar masajes. No, sí tienes cansancio físico. Le diste masaje a una pareja. Primero pasó ella y luego él. Ella estaba libre de tensiones, pero él era toda una bola (cómo no, si se lleva su trabajo a la vacación). Además uno de los dos sufre de colitis, crees que es él, porque te la quedaste.
Suele pasar que cuando das un masaje, puedes saber el malestar físico de la gente. Suele pasar que te lo quedes. Suele pasar que sepas cosas y no las digas, valoras la discreción, suele pasar.
Esperas sí haberlos ayudado.
(Estás escribiendo realmente mal).
Ojalá salgan más y más masajes. Es una labor que haces con agrado y el cansancio lo vale.
Pero sigues con un poco de la Schadenfreude, que no se quita, y te carcome la curiosidad, pero callarás, escucharás y acatarás tu mesura, lo harás porque es lo mejor y porque ya sabrás (tanta forma futura). Sólo dirás que (más forma futura) las cosas caen por su propio peso o, mejor aún, que el que nada debe, nada teme, o mejor aún, que el que nace pa'maceta, del corredor no pasa, o mejor aún, que el que es miserable y prepotente en algún momento se le cae el teatrito, y que un "por favor, gracias, buenos días" nunca sobra. 
Siempre es mejor dar la buena cara a las personas, aunque sea difícil, aunque algunas no merezcan más que una patada al voladero. Por eso, también es mejor guardar un ratito de silencio. Tanta ira hace daño, pero más daño hace ser vil persona.
Ahora sólo esperas a que descongele la comida de las niñas, para poderla cocinar. No quieres salir. Afuera hace frío. Odias el frío. Tienes mucho sueño y no puedes dormir.

miércoles, 24 de julio de 2019

Día tres punto seis.

Hoy te despertaste como casi nunca: Sin plan.
Antes de levantarte, ya te habían llamado por teléfono: Tu amor.
Te levantaste entonces. Pusiste a lavar las sábanas y las toallas.
Las noticias de tu amor fueron, no exactamente sorprendentes, pero sí inauditas, tampoco inauditas, pero sí impactantes. Tuviste noticias no sabes si buenas o malas, pero tuviste Schadenfreude. ¡Qué se le va a hacer! Ya sabrás más en unas horas, o mañana. Ya se sabrá. Lo único que te atreves a decir es que las malas condiciones laborales son pasaderas cuando se tiene un buen ambiente laboral, ¿y cuando no lo hay? ¿Cuando el jefe es inepto y culpa a los del equipo por sus malas acciones y decisiones?
¿Por qué quedarse cuando el jefe del proyecto demuestra ser aún más prepotente que la Institución? ¿Quedarse por la paga es válido? ¿Qué tanto? ¿Y si terminas enfermo por ello?
Nunca hay que hacer algo por dinero. Esa es la lección del verano. Sí, pero no a costa de la dignidad, la salud y la alegría.
En la comida te agendaron masaje para mañana. ¡Qué alegría! ¡Qué bien que la lavadora está lavando las sábanas y las toallas! Tuviste tino en hacerlo, a pesar de que estuvo nublado todo el día y que amenazaba con llover, o no, aún no sabes bien los signos de la lluvia de día en estas tierras.
Tu ropa se secó.
La recogiste.
No atinas a decir nada más, porque no puedes. Sólo esperas que tu amor te avise que ha llegado a su destino para que tú sigas tu noche. La noche.
Aún tienes cosas por hacer.
Aún tienes que tender la cama, darle de comer a las niñas y bañarte. Te hace falta.
Ya llegó tu amor con bien.

martes, 23 de julio de 2019

Día dos punto seis.

Nomeolvides
¿Albricias? Albricias. ¡Albricias!
Hoy despertaste en casa de tu madre. La fuiste a visitar después de ir al dentista. Aún te molesta un poco la muela, pero estarás bien. Ya pronto estarás bien.
¿Ya pronto estarás bien?
Sí.
Tu amor estará pronto contigo, falta menos, falta poco, falta que falte, pero ya es menos. Pensabas que sería más, algo así como eterno. ¿Y qué harán juntos de nuevo en casa?
Habrá oportunidad de trasplantar sus plantitas, de cuidar a las gatitas, de dormir juntos, hacer la compra, comer juntos. Ya pronto.
La casa de tu madre sigue igual y diferente; diferente porque te has liberado de ese sitio, igual porque la gente no cambia, porque los hábitos no cambian, porque los malos humores persisten, porque los defectos se agrandan. No dirás más, no aquí.
Qué bueno que te has liberado de allá, que te has liberado del frío, de la incomodidad, de tu cuarto helado. Esta vez estuviste en el cuarto de visitas. Sí que no es frío allí; sí que tu cuarto siempre fue el peor. El techo tan alto, el piso como un hielo, la ventana que da al norte.
Tu perrita es bonita, ya tiene canitas. Le prometiste que le festejarías sus once años. ¡Once años tiene ya Gilda! Le comprarás un huesote y le darás muchos besos.
Tus florecitas están por doquier, tu aguacate es grande y feliz, también el nogal. A ellos sí que los extrañas, también a tu madre.
Comiste bastante, hasta casi reventar, te llenas muy pronto, ¡pero te gusta tanto comer!
Y de vuelta a casa, agradeciste la cercanía de las cosas, que aún pudieras hacer algo más en este día, y  no sólo llegar exhausta.
Lo esperas, con ansias lo esperas.
Llegará pronto.